martes, octubre 11, 2005

El DANE dicta cursos de improvisación

Por José Fernando Bonilla Ballesteros
Editor General Sistema Atrabilioso

Millones de pesos invertidos. Más de 13 mil computadoras de mano. Cientos de encuestadores capacitados; todo esto después de la aplicación de un programa piloto que fue todo un éxito... sin embargo, el censo no pudo arrancar el día previsto: El señor director del DANE no fue capaz. Así de simple.
Claro, siempre hay una excusa. ¿Cuál será en este caso?
El censo debió empezar el sábado 8 de octubre. Miles de personas estaban inmovilizadas en sus casas esperando a los funcionarios del DANE, pues fueron notificados con anterioridad de que serían censados ese día.
En algunos sectores de Bogotá los encuestadores aparecieron en la tarde, mientras que en otros no se dignaron ni informar a la ciudadanía que estaban experimentando problemas técnicos. Es más: Ni los encuestadores sabían que pasaba. Vi a varios grupos de ellos paseando por la carrera 11 con Avenida de Chile, sin sabe qué hacer. Eso sí, ni más faltaba, ese día lo cobraron.
Entre tanto los supervisores no estaban autorizados para dar declaraciones o suministrar información alguna, como si la ciudadanía no se fuera a enterar posteriormente del descalabro.
Tuve la fortuna de hablar con una periodista radial que tampoco tenía idea de lo que estaba pasando. Y digo fortuna, porque ella fue capaz de comunicarse con el jefe de encuestadores del DANE y al menos pude enterarme de que la gente podía salir a la calle sin ser multada.
¿Por qué no se efectuó el censo con la metodología tradicional para la recolección de la información, es decir inmovilizando a todo el país por UN solo día?. Es que la terquedad de los funcionarios públicos no tiene límites. El director del DANE, Ernesto Rojas, demostró que cualquier cosa puede fallar y para él es más barato y eficiente efectuar el censo en tres meses que en un día. Según él, no importa que la gente no pueda acudir a su trabajo, tampoco es relevante que haya patronos que quieren obligar a sus trabajadores a que repongan el día no trabajado y mucho menos es motivo de consideración que la gente se quede encerrada esperando a alguien que no va a llegar.
No tuvo ni la decencia de avisar a tiempo de los problemas que se estaban presentando: Es que el funcionario Rojas cree que con regañar a la población soluciona todo.
Los encuestadores terminaron llenando formularios a mano, es decir, utilizando la misma fórmula probada con éxito en los anteriores censos y que ahora es vista como antigua y obsoleta. Uno de esos encuestadores, quien pidió que no se divulgara su nombre, confesó que su entrenamiento había durado una hora: Él empezó a trabajar el domingo 9, lo mismo que los demás miembros de su equipo.
En resumidas cuentas, el pobre joven estaba perdido, no sabía qué campos llenar ni cómo hacerlo y estaba más nervioso que novio ante el altar. No era su culpa.
Pero en Colombia la mentira prevalece. Estoy seguro de que se dirá que ese es un caso aislado, que las fallas son perfectamente explicables y que todos los funcionarios fueron adecuadamente capacitados. Alguien debe responder por esto, no por la falla, que puede suceder, sino por la improvisación, la falta de coordinación e información, los millones de pesos que se perdieron en salarios de los encuestadores dedicados al turismo por Bogotá y Bucaramanga, entre otras ciudades del país; la paralización injustificada de miles de ciudadanos que se quedaron con los crespos hechos y también por la inexplicable falla de una plataforma tecnológica de alto costo.
¿Responderán con su renuncia el funcionario Rojas y el Jefe de Sistemas del DANE? Sería apenas lo justo. Mínimo, los colombianos nos merecemos una explicación sensata y creíble.