martes, octubre 18, 2005

Juan Pablo Montoya en las calles de Colombia

Editor General Sistema Atrabilioso.
Si usted quiere “disfrutar” de una buen “espectáculo” de automovilismo no es necesario que empeñe el carro, venda el apartamento o salga de su colección de discos para poder pagar el viaje a Imola, Australia o Brasil: basta con que salga a cualquier calle, autopista o avenida de Colombia, se siente cómodamente (eso sí lo más alejado posible del tránsito vehicular) y a “gozar” de lo lindo.
Concéntrese en los vehículos de servicio público. Tan pronto vea uno no le quite la mirada y con certeza verá usted adelantamientos temerarios, altas velocidades, frenazos en mitad de la calle y competencias entre buses, busetas y colectivos que hacen las delicias de cualquier aficionado a los deportes de motor. Si además usted es amante de los cruces indebidos, de las vueltas en U en sitios prohibidos y del intercambio de palabras y gestos soeces, escoja un taxi y obsérvelo cuidadosamente: seguramente el espectáculo será ”extraordinario”.
Y todo esto sucede ante la mirada complaciente de las autoridades de tránsito. El transporte público en Colombia es causante de más accidentes que los vehículos particulares y los peatones imprudentes juntos. Por ejemplo, en el 2002, el ministerio de Transporte informó que se registraron más de 189 mil accidentes de tránsito de los cuales el 55.6% fueron ocasionados por vehículos de transporte público, el 39% por particulares y el 2.3% por vehículos oficiales.
Las razones para la accidentalidad en el transporte público pueden encontrarse en el manejo agresivo, temerario e irresponsable, pues muchos conductores no tienen la capacitación necesaria para ejercer esa importante función de servicio a la comunidad: Más que seres humanos parece que transportaran animales o carga. A lo anterior, se suma otro grave problema, pues el parque automotor del transporte público colombiano es muy viejo: en promedio los buses superan los 20 años de servicio
Las violaciones a las leyes de tránsito son el pan nuestro de cada día: contaminación auditiva, visual y del aire; exceso de velocidad, contravías, etc, etc. ¿dónde están las autoridades? ¿hasta cuándo tendremos que aguantar que los señores del transporte público impongan su ley en las calles y avenidas colombianas? ¿por qué hay presencia de la autoridad para poner comparendos a los vehículos particulares (lo cuál es correcto) y no a los vehículos de servicio público a pesar de que éstos cometen infracciones en forma tan frecuente?
El sector del servicio público es tan poderoso que en Bogotá por ejemplo, ha sido imposible que se cumplan las normas de chatarrización. Los vehículos de este servicio pasan las pruebas de gases a pesar de ser chimeneas ambulantes, algunos conductores no cumplen con los requisitos indispensables para serlo y se pasan por la faja cuanta ley de tránsito existe.
Ya es hora de que la ciudadanía en general proteste. No podemos seguir aguantando los abusos de conductores, empresas y políticos corruptos que desde posiciones de privilegio, protegen el negocio por encima del bien común. Nadie niega que el servicio público es un importante motor de la economía del país, pero eso no significa que tenga autorización para hacer lo que le venga en gana. Prudencia señores conductores. Ustedes también son miembros de una familia, ellos los necesitan y esperan cada día. Si son tan aficionados a la velocidad y disfrutan con la adrenalina que ésta produce, vayan a un autódromo: allá pueden desahogar esas ansias de correr. Y no sigan el ejemplo de Juan Pablo Montoya, que cree que está manejando su fórmula uno cuando se desplaza por las vías colombianas.