martes, noviembre 29, 2005

¿Duplicar el salario mínimo?

Por: José Fernando Bonilla. Editor General Sistema Atrabilioso.
Qué tan serio es un debate acerca de este tema depende de qué tan serias sean las propuestas para lograrlo. Una cosa es proponer algo y otra muy distinta explicar cómo se logra la propuesta. El artículo del Dr. Serpa no dice nada nuevo. Habla de desigualdad, habla de la cantidad de desempleados, subempleados y de la informalidad (pregunto, ¿hay diferencias entre subempleo e informalidad?), pero no da la fórmula mágica para lograr que en cuatro años el salario mínimo “real” se incremente en el ciento por ciento de su valor actual.
El Dr. Serpa no dice cómo controlar la inflación, que con toda certeza se saldrá de los niveles actuales, tampoco nos indica cómo harán las empresas para compensar el incremento en costos sin trasladar éstos a los precios finales al consumidor y mucho menos cómo mantener competitivos los productos de Colombia en los mercados internacionales.
Un aumento en el salario mínimo aumenta de manera automática los aportes de las empresas al sistema de seguridad social y no de manera proporcional al incremento salarial, pues el monto de dichos aportes está determinado por bandas (intervalos) de ingreso: si se incrementa el salario base para el cálculo de los aportes, éste se reclasifica a la banda correspondiente, originando un mayor aporte de la empresa y por ende un mayor descuento al trabajador. Conclusión, las bandas deben modificarse sustancialmente o en su defecto determinar una tarifa única de aportes independiente del salario devengado. A ver si no brincan los sindicatos cuando se les diga que en aras de la “igualdad” todos aportamos el mismo porcentaje. Y hablando de seguridad social, me imagino que el propuesto incremento aplica también para las pensiones de jubilación vigentes. Si en la actualidad hay un serio déficit de presupuesto pensional, ¿cómo espera cubrir el gigantesco agujero que se crearía al aumentar el salario mínimo en los términos propuestos?
La inversión de capitales del exterior es una importante fuente de creación de empleo. Un incremento desmesurado del salario mínimo la desestimula. Los inversionistas miran con lupa el rubro de costos salariales. ¿Qué cree el Dr. Serpa que harán los potenciales creadores de empresas cuando comparen a Colombia con otro países de la región?. Es más, ¿sabe el Dr. Serpa que pasó con el sistema de maquilas de confección de ropa en Centroamérica y México?. ¿A dónde se fueron miles de empleos?. Curiosamente él dice que se estimulará la creación de empleos con un incremento del salario mínimo. Que por favor nos explique cómo.
Menciona el Dr. Serpa que en Brasil el salario mínimo real creció un 27% entre los años de 1997 y 2000. Eso NO es duplicar el salario mínimo, éste creció en el porcentaje mencionado : un 6% anual ponderado aproximadamente. Si el poder adquisitivo aumentó, es porque se controló la inflación.
¿Qué pasará con los salarios que hoy son equivalentes a cuatro veces el salario mínimo?. Para evitar una catástrofe mayor, éstos deben crecer a los ritmos actuales. O sea, el mínimo sube más o menos un 25% anual y los demás un 5% ó la desigualdad se mantiene. Vuelvo con la misma pregunta:¿los trabajadores pertenecientes a un sindicato aceptarán que sus compañeros reciban incrementos del 25% mientras ellos reciben tan sólo un “paupérrimo” 5?.
No doctor Serpa, con todo el respeto que usted se merece la solución no está en incrementar de manera exagerada el salario mínimo. La respuesta la encontrará en la educación; en la inversión en capacitación que permita crear productos y servicios de valor agregado que se vendan a buenos precios en Colombia y en exterior; en los inversionistas que vean a Colombia como una fuente de mano de obra altamente calificada y más barata que en sus países de origen; en la creación de empleo, que permita a todos los colombianos tener una vida digna; en la apertura de nuevos mercados para los productos colombianos; y en ser competitivos en el ámbito internacional.
Pero en algo tiene la razón, es un debate que debe darse en Colombia. De manera seria y con propuestas sustentadas en análisis económicos profundos. Que le demuestre al país que es posible lograr su objetivo sin descalabrar la ya maltrecha economía nacional. El Dr. Serpa dice estar rodeado de excelentes economistas y que él mismo es un experto en la materia, tal vez él tiene la razón, sólo le basta demostrarnos, explicarnos, contarnos, cómo logrará su meta. Pero que lo haga antes de las elecciones , porque si gana y se posesiona como Presidente será muy difícil cobrarle la deuda, y ahí sí, sus palabras no serán más que el típico discurso de candidato populista.

martes, noviembre 22, 2005

¿Está listo para afrontar los retos del TLC?

Por José Fernando Bonilla Ballesteros, Editor General Atrabilioso.
Muchos empresarios latinoamericanos, especialmente de Centroamérica, Caribe y los países Andinos han postergado decisiones de negocios en espera de los resultados de las conversaciones de los respectivos tratados de libre comercio con Estados Unidos.
El CAFTA (TLC Centroamérica-USA) ya fue firmado por Estados Unidos y falta la ratificación del mismo por parte de algunos países de esa región. Los países Andinos están en las etapas finales de negociación, y a pesar de los desacuerdos aún existentes, creo que el TLC se va a firmar. Bajo qué condiciones, no lo sé, eso sólo lo conocen los miembros de los equipos negociadores (para mí, no ha existido una adecuada comunicación a los diferentes sectores económicos de Colombia).
Asumiendo que se firma el tratado, ¿está usted listo para afrontar el reto de abrir nuevos mercados?, ¿está listo para competir?. La pregunta va dirigida especialmente a las pequeñas y medianas empresas (PYMES-generadoras de más del 80% de los empleos en Latinoamérica-); pues las grandes empresas ya están exportando o cuentan con los recursos humanos y económicos para empezar a hacerlo con relativa facilidad.
Son muchos los cuestionamientos que debemos hacernos para responder a la pregunta central. Sin el ánimo de presentar una lista completa de preguntas, doy algunos ejemplos:

1- ¿Cuántos de sus empleados son bilingües?
2- ¿Tiene (o está en proceso de crear) una estrategia de comercio electrónico? ¿Sabe usted qué es comercio electrónico y conoce las necesidades tecnológicas y logísticas que implica desarrollar y mantener un sistema de comercio de este tipo?
3- ¿Cuándo fue la última vez que revisó sus procedimientos de operación? ¿Tiene usted procedimientos de operación y los ha comunicado a todo su personal?. Si usted es empleado, ¿tiene acceso a un manual de procedimientos actualizado?
4- ¿Cumple usted con los requisitos legales necesarios para exportar?, ¿está usted registrado como exportador?
5- ¿Ya se reunió con un agente de aduanas?, ¿con un transportista internacional de carga?
6- ¿Sabe cuánto le cuesta poner su producto en Estados Unidos?
7- ¿Ya tiene un plan estratégico de negocios y éste incluye vender en Estados Unidos?
8- ¿Tiene usted conexión de banda ancha a Internet?
9- ¿Conoce usted a su competencia?

Como podemos ver, son muchas las preguntas. Un análisis completo y detallado para responder si estamos listos o no para competir una vez arranque el TLC puede llevar meses. Incluso años.
El TLC nos traerá miles de millones de dólares en productos y servicios que no pagarán impuestos. ¿Cómo van a hacer los países “en vía de desarrollo” para competir con la eficiencia de los países desarrollados?.
Una cosa es cierta: con o sin TLC la competencia existe, la globalización no echará marcha atrás, a menos claro está que se cierren los mercados (afrontando naturalmente las consecuencias que traería una decisión de esa magnitud). ¿Seguiremos esperando y pidiendo la protección de “papá Estado”, o trabajamos para mejorar la calidad y oferta de nuestros productos y servicios?.Este es el momento para crear e innovar; para capacitar y educar; para buscar soluciones, abrir mercados y encontrar nuevas oportunidades de negocios. Una de dos, o gastamos energías en quejarnos, o las usamos en prepararnos para tener una lucha a brazo partido. En la guerra comercial no hay prisioneros: sólo el más fuerte sobrevive.

martes, noviembre 15, 2005

El remedio está a la mano

Por José Fernando Bonilla Ballesteros. Editor General Atrabilioso.
Hoy tomo el riesgo de ser declarado persona indeseable, y como no soy “monedita de oro” para gustarle a todo el mundo, poco me importa.

En la primera página de El Tiempo del 11 de noviembre de 2005, sale una noticia que no es nada novedosa en Colombia: 14 personas llamadas a indagatoria por el caso del conector de la calle 80 de Bogotá. Léase, uno de los “tumbes” mejor elaborados de los últimos años en la capital del país. Digo uno, pues también es noticia el milagroso incremento en los costos de construcción de unos puentes. Ese incremento es de la bobadita de 16.000 millones de pesos (leyó bien, DIEZ Y SEIS MIL MILLONES).
No debería sorprendernos... ¿o sí?.
¿En qué carajos estamos pensando los colombianos?, o mejor aún, ¿en qué diablos pensamos los habitantes de esta porción del planeta que empieza en México y se extiende casi hasta el Polo Sur?. O somos muy ingenuos o somos una partida de indolentes e ignorantes. Creo que las dos cosas.
Cuando escucho a alguien decir que “yo no voto”, se confirma el trío de epítetos anteriormente mencionados. A mi me cuesta creer que no veamos la solución a nuestros problemas: está ahí, ante nuestras narices, en nuestras manos.

-A ver niños, ¿entendieron?
-No señooorrrrr.
Está bien, les explicamos de nuevo: cuando votamos, estamos haciendo uso de nuestro derecho y de nuestro deber de elegir a aquellas personas que van a manejar el País, la Ciudad, el Estado, el Departamento, el Barrio o cualesquiera sea la división política. Manejan el dinero, manejan las leyes, manejan la seguridad, manejan la inversión, manejan la salud, manejan la educación… manejan TODO. Pera veamos algo interesante. Cuando elegimos a alguien, no estamos eligiendo a una sola persona sino que votamos indirectamente por muchas personas. Ese candidato por el cual votamos, tiene el poder de nombrar a sus funcionarios y colaboradores. Nombramientos que la mayoría de las veces no se hacen por mérito, sino para pagar favores políticos, entiéndase como el pago por los votos aportados durante la campaña del elegido. Nadie trabaja gratis ¿cierto?. Pues bien, esos favorcitos políticos nos cuestan un ojo de la cara. ¿Ustedes si creen que es justo que alguien se robe su platica?
Pero eso sí, nos quejamos todo el tiempo: todos los políticos son iguales; es mejor no perder el tiempo votando; son una partida de ladrones; nunca hacen nada. Humm, ¿será que no hay gente capacitada en Colombia y en el resto de Latinoamérica?. No creo. Gente honesta y capaz hay, y mucha, lo que pasa es que no es elegida porque NO VOTAMOS POR ELLOS. Y eso se llama indolencia. Eso se llama estupidez y eso se llama pendejada.
Yo no voy a hacer campaña por ningún candidato, ni a tratar de convencer a nadie de que vote por Fulano o por Mengano, yo hago campaña por la democracia. Con todo el respeto que se merecen los usuarios de Atrabilioso: una persona que no vota es una persona que no ha entendido lo que significa la democracia. Así de simple. Esas personas que no votan son las primeras en pedir que papá gobierno les dé todo en una posición miserable que espera siempre el asistencialismo del Estado. Son las que salen a criticar cuanta gestión se hace. Son las primeras en exigir sus derechos ciudadanos. Y usted mi querido abstencionista, ¿cumple con sus deberes ciudadanos? ¿está seguro de qué lo hace? Le sugiero que le pegue una repasadita a la Constitución Política de su país. La de Colombia dice:
ARTICULO 3. La soberanía reside exclusivamente en el pueblo, del cual emana el poder público. El pueblo la ejerce en forma directa o por medio de sus representantes, en los términos que la Constitución establece.
ARTICULO 95. La calidad de colombiano enaltece a todos los miembros de la comunidad nacional. Todos están en el deber de engrandecerla y dignificarla. El ejercicio de los derechos y libertades reconocidos en esta Constitución implica responsabilidades.
Toda persona está obligada a cumplir la Constitución y las leyes.
Son deberes de la persona y del ciudadano:
1. Respetar los derechos ajenos y no abusar de los propios;
2. Obrar conforme al principio de solidaridad social, respondiendo con acciones humanitarias ante situaciones que pongan en peligro la vida o la salud de las personas;
3. Respetar y apoyar a las autoridades democráticas legítimamente constituídas para mantener la independencia y la integridad nacionales.
4. Defender y difundir los derechos humanos como fundamento de la convivencia pacífica;
5. Participar en la vida política, cívica y comunitaria del país;
6. Propender al logro y mantenimiento de la paz;
7. Colaborar para el buen funcionamiento de la administración de la justicia;
8. Proteger los recursos culturales y naturales del país y velar por la conservación de un ambiente sano;
9. Contribuír al financiamiento de los gastos e inversiones del Estado dentro de conceptos de justicia y equidad.
¿Entendemos ahora por qué leemos esos titulares en los periódicos?. La próxima vez que lea uno parecido, recuerde por quién diablos votó, grábese ese nombre en su cabeza y no vuelva a cometer el mismo error. Y si no votó, tiene dos opciones: salga y quéjese, que de nada sirve, o tome conciencia de su deber ciudadano y VOTE. Así sea en blanco pero VOTE.

martes, noviembre 08, 2005

El futuro de Colombia

Por José Fernando Bonilla Ballesteros. Editor General Atrabilioso.
Hay una frase muy trillada que dice: “el futuro del mundo está en los niños”. Además de trillada es cierta y obvia. Dentro de unas décadas la mayoría de los adultos actuales no existiremos… al menos en este planeta.
Me preocupa el hecho de la actitud de muchos niños y jóvenes de hoy: Pesimismo, falta de esperanzas y de sueños, negativismo y la conocida tonada de “vivamos el presente”.
Al hablar con varios jóvenes pude concluir que piensan que la causa, excusa y justificación de su actual estado y forma de vida es el pasado, ese que nosotros, los adultos, forjamos para ellos. Ellos recibieron el mundo así y no son culpables de nada: No se inventaron las guerras, ni el odio, ni el narcotráfico, ni la guerrilla, ni los paramilitares, ni la corrupción... así que nos son culpables de nada, ni nada les interesa, ni están haciendo nada por cambiar el rumbo de la historia.
Antes de seguir quiero dejar algo en claro: no todos los jóvenes y niños piensan así. No generalizo, simplemente me llama la atención el hecho de que un alto porcentaje de aquellos con quien hablé y tuve la oportunidad de observar, coincidan en sus ideas.
¿Para qué estudiar?, ¿Para qué votar?, ¿Para qué esforzarme?. Nadie nos escucha, lo que se haga o se deje de hacer no sirve para nada, este mundo es una m... Y cuanta razón tienen, este mundo está patas arriba. Pero hay un detalle que olvidan: no hay excusa alguna para comportarse de esa manera ni para desperdiciar su tiempo en la forma tan miserable como lo están haciendo. La vida es algo más que rumba y “goce”. Una cosa es salir de vez en cuando y otra pasársela pensando exclusivamente en la diversión.
Pasé por una reconocida universidad de Bogotá a las dos de la tarde de un día entre semana. ¡Cerca de ésta hay más bares y tabernas que en la Zona Rosa!. Todos los establecimientos estaban llenos de universitarios tomando cerveza: es que el “hueco” entre clases está tenaz y ando “desparchado”.
Desparchados van a quedar cuando salgan a conseguir trabajo y hagan un tremendo oso en la entrevista. Porque hay una realidad: en este mundo cada vez más competido, o se es buen profesional o se termina mal. Es que haciendo cuentas, el semestre universitario son realmente tres meses de estudio, lo que arroja un aterrador resultado: en dos años y medio, un estudiante debe aprender, en buena teoría, lo que le dará para el sustento toda su vida. ¿Realmente aprovechan ese tiempo? O ¿roban a sus padres miserablemente?.
Está bien, los estudiantes universitarios ya están grandecitos, son adultos y “saben” lo que hacen, pero ¿colegiales en el mismo plan?. Eso me recuerda a cierta adolescente a quien le pregunté qué pensaba de las causas de la caída del Imperio Romano y contestó: “no tenía idea de que ese hueco se había acabado”. Triste pero cierto. Y me contaron de una estudiante de último año de universidad que manifestó su pesar por la forma tan “atroz” como asesinaron a Pablo Escobar.
Cada uno es artífice de su propio futuro. La vida puede ser difícil y durísima, nadie niega eso. Pero qué tan difícil sea la vida, depende de nosotros mismos. Desperdiciar el tiempo es echar a la basura la oportunidad de mejorar como personas, como individuos, como sociedad.
El sistema de educación pide a gritos una reforma. Es necesario corregir las causas de la deserción escolar y universitaria, pero no con bonos de pago por estudio que han demostrado su rotundo fracaso. Es indispensable abrir camino a las nuevas generaciones, crear empleos, cambiar los métodos de enseñanza y dar oportunidades a todos.
Adultos, escuchemos a los jóvenes, tengamos en cuenta sus ideas y propuestas. Jóvenes, dediquen más horas a estudiar y a prepararse. Tienen todo el derecho a divertirse, pero ustedes tienen una responsabilidad más grande de lo que se imaginan: no repetir el error de las generaciones que los antecedieron. Ustedes ya vieron el resultado de décadas o siglos de errores. En sus manos está la solución. No esperen a que algún día sus hijos les digan: “es que el mundo ya estaba así cuando nacimos”, porque entonces recordarán, con remordimiento, la oportunidad perdida y el esfuerzo fallido.
Quejarnos no sirve de nada. La respuesta está en el estudio, en el trabajo y en el esfuerzo conjunto de todas las generaciones. Niños, jóvenes, adultos y ancianos. Todos somos responsables del futuro de Colombia y del mundo.
Sin querer sonar como viejito cansón (no soy ni lo uno ni lo otro), ni papá “inmamable”: si no cambian las cosas, el futuro, su futuro, no será nada prometedor. Al menos no será nada fácil.

martes, noviembre 01, 2005

¿Servicio al cliente?

Por José Fernando Bonilla Ballesteros. Editor General Sistema Atrabilioso.

Sin importar si se firma o no el Tratado de Libre Comercio, existe un elemento frecuentemente olvidado por nuestras empresas: el servicio al cliente. En pocas palabras, servicio al cliente es la satisfacción de las expectativas de éste. Si usted va a comprar un paquete de papas fritas espera que el producto que le entregan a cambio de su dinero sea lo que usted está adquiriendo. Ni más ni menos. Y en Colombia falta mucho para que la norma sea el enfoque al cliente. ¿Será cuestión de nuestra cultura masoquista?.
En enfoque al cliente, triste es decirlo, los países desarrollados nos llevan años de ventaja.
Usted va al supermercado y después de recorrer las estanterías escogiendo lo que necesita, se dirige a las cajas de pago. Se encuentra con una enorme fila en tres de las cajas mientras el resto, casi siempre más del doble de las que están operando, se encuentran cerradas. O peor, la persona que lo está atendiendo hace de todo menos eso: atenderlo: Habla con el empacador, hace visita con la cajera de al lado y atiende una llamada “urgente” que le entró a su celular (al de la cajera claro está). Al final usted sale con un genio de los mil demonios y jura no volver a ese supermercado. Del juramento no pasa, pues la semana siguiente está en la misma cola, con el mismo cajero y repitiendo la misma historia. ¿O es usted de los que vuelve a esa panadería en donde la gente tiene cara de tote, está amargada o ha sido testigo de una tremenda vaciada por parte del dueño a sus empleados?. No hay roscón lo suficientemente bueno que lo amerite.
Los monopolios en Colombia nos acostumbraron a aguantar desde malas caras hasta una pésima atención. ¿Alguien recuerda que hasta hace unos años obtener una línea telefónica en Bogotá era sinónimo de una larga espera? ¿Esperaría hoy en día 24 meses sabiendo que otra compañía le instala la línea en menos de 48 horas?. Es que la competencia (sana por supuesto), las exigencias de los usuarios y la implementación de un enfoque de servicio al cliente hacen la diferencia.
Cuando se adquiere un producto o servicio existe un acuerdo tácito (o expreso) muy simple: se entrega dinero a cambio de algo. Ese algo debe ser lo acordado. Así de simple. Si por alguna circunstancia lo que se supone se debió recibir no es lo correcto, usted no tiene por qué aceptarlo. El exigir es un derecho, pues a usted le exigen el pago oportuno del bien o servicio que adquiere ¿cierto?. Quejarse tiene varias ventajas: hace que las empresas sean cada vez más eficientes, que los productos sean cada vez mejores, estimula el crecimiento y el desarrollo de nuevos productos y servicios y por supuesto, usted recibe lo que compró.
No podemos pretender entrar a competir sin el enfoque adecuado de servicio. Una empresa puede tener el mejor producto pero si el servicio es malo tiene altas posibilidades de perder a sus clientes.
Volvamos al principio de este artículo: con o sin TLC, las empresas deben prepararse, capacitar a su personal, implementar una cultura de servicio al cliente y asegurarse de que las quejas son atendidas en forma amable y eficiente.
Aquellas empresas que no hagan lo anteriormente mencionado tienen sus días contados. Los clientes son cada vez más exigentes, más educados en la labor de compra, la competencia crece día a día y con certeza ésta no cometerá el error de dejar ir a sus clientes que son, finalmente, el alma de su negocio.
La próxima vez que el cajero le haga mala cara o lo atienda de mala manera, pida hablar con el gerente o supervisor. Si un producto le sale malo, pida que se lo cambien. Y no seamos masoquistas, no volvamos a los sitios que tienen mal servicio. Es nuestro dinero, hagámoslo valer.