Por José Fernando Bonilla Ballesteros. Editor General Atrabilioso.
Hay una frase muy trillada que dice: “el futuro del mundo está en los niños”. Además de trillada es cierta y obvia. Dentro de unas décadas la mayoría de los adultos actuales no existiremos… al menos en este planeta.
Me preocupa el hecho de la actitud de muchos niños y jóvenes de hoy: Pesimismo, falta de esperanzas y de sueños, negativismo y la conocida tonada de “vivamos el presente”.
Al hablar con varios jóvenes pude concluir que piensan que la causa, excusa y justificación de su actual estado y forma de vida es el pasado, ese que nosotros, los adultos, forjamos para ellos. Ellos recibieron el mundo así y no son culpables de nada: No se inventaron las guerras, ni el odio, ni el narcotráfico, ni la guerrilla, ni los paramilitares, ni la corrupción... así que nos son culpables de nada, ni nada les interesa, ni están haciendo nada por cambiar el rumbo de la historia.
Antes de seguir quiero dejar algo en claro: no todos los jóvenes y niños piensan así. No generalizo, simplemente me llama la atención el hecho de que un alto porcentaje de aquellos con quien hablé y tuve la oportunidad de observar, coincidan en sus ideas.
¿Para qué estudiar?, ¿Para qué votar?, ¿Para qué esforzarme?. Nadie nos escucha, lo que se haga o se deje de hacer no sirve para nada, este mundo es una m... Y cuanta razón tienen, este mundo está patas arriba. Pero hay un detalle que olvidan: no hay excusa alguna para comportarse de esa manera ni para desperdiciar su tiempo en la forma tan miserable como lo están haciendo. La vida es algo más que rumba y “goce”. Una cosa es salir de vez en cuando y otra pasársela pensando exclusivamente en la diversión.
Pasé por una reconocida universidad de Bogotá a las dos de la tarde de un día entre semana. ¡Cerca de ésta hay más bares y tabernas que en la Zona Rosa!. Todos los establecimientos estaban llenos de universitarios tomando cerveza: es que el “hueco” entre clases está tenaz y ando “desparchado”.
Desparchados van a quedar cuando salgan a conseguir trabajo y hagan un tremendo oso en la entrevista. Porque hay una realidad: en este mundo cada vez más competido, o se es buen profesional o se termina mal. Es que haciendo cuentas, el semestre universitario son realmente tres meses de estudio, lo que arroja un aterrador resultado: en dos años y medio, un estudiante debe aprender, en buena teoría, lo que le dará para el sustento toda su vida. ¿Realmente aprovechan ese tiempo? O ¿roban a sus padres miserablemente?.
Está bien, los estudiantes universitarios ya están grandecitos, son adultos y “saben” lo que hacen, pero ¿colegiales en el mismo plan?. Eso me recuerda a cierta adolescente a quien le pregunté qué pensaba de las causas de la caída del Imperio Romano y contestó: “no tenía idea de que ese hueco se había acabado”. Triste pero cierto. Y me contaron de una estudiante de último año de universidad que manifestó su pesar por la forma tan “atroz” como asesinaron a Pablo Escobar.
Cada uno es artífice de su propio futuro. La vida puede ser difícil y durísima, nadie niega eso. Pero qué tan difícil sea la vida, depende de nosotros mismos. Desperdiciar el tiempo es echar a la basura la oportunidad de mejorar como personas, como individuos, como sociedad.
El sistema de educación pide a gritos una reforma. Es necesario corregir las causas de la deserción escolar y universitaria, pero no con bonos de pago por estudio que han demostrado su rotundo fracaso. Es indispensable abrir camino a las nuevas generaciones, crear empleos, cambiar los métodos de enseñanza y dar oportunidades a todos.
Adultos, escuchemos a los jóvenes, tengamos en cuenta sus ideas y propuestas. Jóvenes, dediquen más horas a estudiar y a prepararse. Tienen todo el derecho a divertirse, pero ustedes tienen una responsabilidad más grande de lo que se imaginan: no repetir el error de las generaciones que los antecedieron. Ustedes ya vieron el resultado de décadas o siglos de errores. En sus manos está la solución. No esperen a que algún día sus hijos les digan: “es que el mundo ya estaba así cuando nacimos”, porque entonces recordarán, con remordimiento, la oportunidad perdida y el esfuerzo fallido.
Quejarnos no sirve de nada. La respuesta está en el estudio, en el trabajo y en el esfuerzo conjunto de todas las generaciones. Niños, jóvenes, adultos y ancianos. Todos somos responsables del futuro de Colombia y del mundo.
Sin querer sonar como viejito cansón (no soy ni lo uno ni lo otro), ni papá “inmamable”: si no cambian las cosas, el futuro, su futuro, no será nada prometedor. Al menos no será nada fácil.
Me preocupa el hecho de la actitud de muchos niños y jóvenes de hoy: Pesimismo, falta de esperanzas y de sueños, negativismo y la conocida tonada de “vivamos el presente”.
Al hablar con varios jóvenes pude concluir que piensan que la causa, excusa y justificación de su actual estado y forma de vida es el pasado, ese que nosotros, los adultos, forjamos para ellos. Ellos recibieron el mundo así y no son culpables de nada: No se inventaron las guerras, ni el odio, ni el narcotráfico, ni la guerrilla, ni los paramilitares, ni la corrupción... así que nos son culpables de nada, ni nada les interesa, ni están haciendo nada por cambiar el rumbo de la historia.
Antes de seguir quiero dejar algo en claro: no todos los jóvenes y niños piensan así. No generalizo, simplemente me llama la atención el hecho de que un alto porcentaje de aquellos con quien hablé y tuve la oportunidad de observar, coincidan en sus ideas.
¿Para qué estudiar?, ¿Para qué votar?, ¿Para qué esforzarme?. Nadie nos escucha, lo que se haga o se deje de hacer no sirve para nada, este mundo es una m... Y cuanta razón tienen, este mundo está patas arriba. Pero hay un detalle que olvidan: no hay excusa alguna para comportarse de esa manera ni para desperdiciar su tiempo en la forma tan miserable como lo están haciendo. La vida es algo más que rumba y “goce”. Una cosa es salir de vez en cuando y otra pasársela pensando exclusivamente en la diversión.
Pasé por una reconocida universidad de Bogotá a las dos de la tarde de un día entre semana. ¡Cerca de ésta hay más bares y tabernas que en la Zona Rosa!. Todos los establecimientos estaban llenos de universitarios tomando cerveza: es que el “hueco” entre clases está tenaz y ando “desparchado”.
Desparchados van a quedar cuando salgan a conseguir trabajo y hagan un tremendo oso en la entrevista. Porque hay una realidad: en este mundo cada vez más competido, o se es buen profesional o se termina mal. Es que haciendo cuentas, el semestre universitario son realmente tres meses de estudio, lo que arroja un aterrador resultado: en dos años y medio, un estudiante debe aprender, en buena teoría, lo que le dará para el sustento toda su vida. ¿Realmente aprovechan ese tiempo? O ¿roban a sus padres miserablemente?.
Está bien, los estudiantes universitarios ya están grandecitos, son adultos y “saben” lo que hacen, pero ¿colegiales en el mismo plan?. Eso me recuerda a cierta adolescente a quien le pregunté qué pensaba de las causas de la caída del Imperio Romano y contestó: “no tenía idea de que ese hueco se había acabado”. Triste pero cierto. Y me contaron de una estudiante de último año de universidad que manifestó su pesar por la forma tan “atroz” como asesinaron a Pablo Escobar.
Cada uno es artífice de su propio futuro. La vida puede ser difícil y durísima, nadie niega eso. Pero qué tan difícil sea la vida, depende de nosotros mismos. Desperdiciar el tiempo es echar a la basura la oportunidad de mejorar como personas, como individuos, como sociedad.
El sistema de educación pide a gritos una reforma. Es necesario corregir las causas de la deserción escolar y universitaria, pero no con bonos de pago por estudio que han demostrado su rotundo fracaso. Es indispensable abrir camino a las nuevas generaciones, crear empleos, cambiar los métodos de enseñanza y dar oportunidades a todos.
Adultos, escuchemos a los jóvenes, tengamos en cuenta sus ideas y propuestas. Jóvenes, dediquen más horas a estudiar y a prepararse. Tienen todo el derecho a divertirse, pero ustedes tienen una responsabilidad más grande de lo que se imaginan: no repetir el error de las generaciones que los antecedieron. Ustedes ya vieron el resultado de décadas o siglos de errores. En sus manos está la solución. No esperen a que algún día sus hijos les digan: “es que el mundo ya estaba así cuando nacimos”, porque entonces recordarán, con remordimiento, la oportunidad perdida y el esfuerzo fallido.
Quejarnos no sirve de nada. La respuesta está en el estudio, en el trabajo y en el esfuerzo conjunto de todas las generaciones. Niños, jóvenes, adultos y ancianos. Todos somos responsables del futuro de Colombia y del mundo.
Sin querer sonar como viejito cansón (no soy ni lo uno ni lo otro), ni papá “inmamable”: si no cambian las cosas, el futuro, su futuro, no será nada prometedor. Al menos no será nada fácil.