Por José Fernando Bonilla (Critico)
Dentro de los muchos formatos de realities que se han producido en Colombia, el más reciente y de mayor acogida entre el público es uno cuyo objetivo es descubrir nuevos talentos musicales. La idea es fantástica: gana el concursante, pues tiene la oportunidad de forjarse una carrera como cantante; gana el productor artístico y por supuesto también gana el canal de televisión que además de invertir en recursos para descubrir a las estrellas musicales del futuro, alimenta con sangre nueva la alicaída productora musical que es propiedad del mismo dueño del canal.
En diferentes ciudades del país, el canal viene haciendo audiciones a más de 45 mil candidatos, en su mayoría aficionados al canto. Unos cuantos son personas que tienen alguna experiencia en el campo musical. En las audiciones se está escogiendo un número determinado para que viajen a Bogotá a seguir concursando. Luego se identifican los finalistas en varias categorías y los ganadores son educados, asesorados y apadrinados por artistas profesionales para que eventualmente lleguen a ser cantantes profesionales y cumplan con sus sueños artísticos en la productora discográfica del canal.
Las audiciones son realizadas por un jurado compuesto por tres personas: dos cantantes de relativa fama y un productor musical. Ahí surge una pregunta: ¿cómo pueden tres personas hacer una selección adecuada si tienen que escuchar a 45 mil?. Pero asumamos que tienen la capacidad de ser objetivos al tener que oír esa inmensa cantidad de gente: ¿Será que la fatiga de tener solo un día para escuchar a todos los aspirantes no predispone al jurado al momento de tomar la decisión y emitir sus conceptos?.
Los aspirantes deben tratar de convencer al jurado de que tienen la capacidad, el talento y hasta las ganas de ser cantantes. Lo que no saben de antemano es que deben someterse a un calvario de burlas, mofas, risas y comentarios irónicos y degradantes por parte del jurado.
En este proceso se han escuchado frases como:
“Parece cantando en la sala de su casa”.
“Ese coro es realmente desastroso”.
“Usted no tiene voz para esto”.
“Hace falta más que actitud”.
“No me causó ninguna sensación”
“Me hizo distraer por lo aburrido”.
Estos son solo algunos de los juicios que tienen que soportar los concursantes. Otra veces, los participantes deben presenciar agrios debates entre los jurados, porque supuestamente son “autoridades” en el ritmo musical en el que trabajan y no permiten que el otro opine sobre la presentación del aspirante. Como si fuera poco, la única integrante femenina del jurado no tiene ningún problema en “devorar” con la mirada a los concursantes de género masculino que tienen alguna simpatía. ¿Es realmente necesaria esa humillación? Lo cierto es que cada noche en la televisión colombiana se ven decenas de carreras truncadas, jóvenes con sueños que padecen la decepción de un juicio sumario y, por supuesto, lágrimas de rabia y frustración.
Es cierto que todo artista debe pasar por muchas situaciones incómodas antes de triunfar (si es que alguna vez lo logra). Muchos rechazos, muchos no, muchos comentarios negativos; pero una cosa es una audición privada y otra muy distinta una humillación pública en un programa que tiene un rating de 35 puntos.
Hay maneras de decir las cosas: una crítica constructiva es siempre bienvenida. De igual forma, los consejos son necesarios. Pero jugar con la dignidad de alguien que trata de surgir en una profesión no es la mejor forma de ganar audiencia.
Los ilustres miembros del jurado de Factor X del canal RCN y de la productora RCN Music (antigua Sonolux) deberían recordar las penurias por las que pasaron antes de ser famosos. ¿O será que Juan Carlos Coronell, Marbele y Jose Gaviria tuvieron que sufrir miles de humillaciones y están ejerciendo un acto de venganza con la vida?
Sería fabuloso que dentro de poco tiempo algunas de las personas humilladas y rechazadas alcanzaran la fama, como lo hizo un grupo al que los más ilustres productores musicales de su época rechazaron por falta de talento. Todavía (si es que aún viven) deben recordar con remordimiento el día que dijeron que The Beatles jamás sería un grupo musical famoso y exitoso.
Dentro de los muchos formatos de realities que se han producido en Colombia, el más reciente y de mayor acogida entre el público es uno cuyo objetivo es descubrir nuevos talentos musicales. La idea es fantástica: gana el concursante, pues tiene la oportunidad de forjarse una carrera como cantante; gana el productor artístico y por supuesto también gana el canal de televisión que además de invertir en recursos para descubrir a las estrellas musicales del futuro, alimenta con sangre nueva la alicaída productora musical que es propiedad del mismo dueño del canal.
En diferentes ciudades del país, el canal viene haciendo audiciones a más de 45 mil candidatos, en su mayoría aficionados al canto. Unos cuantos son personas que tienen alguna experiencia en el campo musical. En las audiciones se está escogiendo un número determinado para que viajen a Bogotá a seguir concursando. Luego se identifican los finalistas en varias categorías y los ganadores son educados, asesorados y apadrinados por artistas profesionales para que eventualmente lleguen a ser cantantes profesionales y cumplan con sus sueños artísticos en la productora discográfica del canal.
Las audiciones son realizadas por un jurado compuesto por tres personas: dos cantantes de relativa fama y un productor musical. Ahí surge una pregunta: ¿cómo pueden tres personas hacer una selección adecuada si tienen que escuchar a 45 mil?. Pero asumamos que tienen la capacidad de ser objetivos al tener que oír esa inmensa cantidad de gente: ¿Será que la fatiga de tener solo un día para escuchar a todos los aspirantes no predispone al jurado al momento de tomar la decisión y emitir sus conceptos?.
Los aspirantes deben tratar de convencer al jurado de que tienen la capacidad, el talento y hasta las ganas de ser cantantes. Lo que no saben de antemano es que deben someterse a un calvario de burlas, mofas, risas y comentarios irónicos y degradantes por parte del jurado.
En este proceso se han escuchado frases como:
“Parece cantando en la sala de su casa”.
“Ese coro es realmente desastroso”.
“Usted no tiene voz para esto”.
“Hace falta más que actitud”.
“No me causó ninguna sensación”
“Me hizo distraer por lo aburrido”.
Estos son solo algunos de los juicios que tienen que soportar los concursantes. Otra veces, los participantes deben presenciar agrios debates entre los jurados, porque supuestamente son “autoridades” en el ritmo musical en el que trabajan y no permiten que el otro opine sobre la presentación del aspirante. Como si fuera poco, la única integrante femenina del jurado no tiene ningún problema en “devorar” con la mirada a los concursantes de género masculino que tienen alguna simpatía. ¿Es realmente necesaria esa humillación? Lo cierto es que cada noche en la televisión colombiana se ven decenas de carreras truncadas, jóvenes con sueños que padecen la decepción de un juicio sumario y, por supuesto, lágrimas de rabia y frustración.
Es cierto que todo artista debe pasar por muchas situaciones incómodas antes de triunfar (si es que alguna vez lo logra). Muchos rechazos, muchos no, muchos comentarios negativos; pero una cosa es una audición privada y otra muy distinta una humillación pública en un programa que tiene un rating de 35 puntos.
Hay maneras de decir las cosas: una crítica constructiva es siempre bienvenida. De igual forma, los consejos son necesarios. Pero jugar con la dignidad de alguien que trata de surgir en una profesión no es la mejor forma de ganar audiencia.
Los ilustres miembros del jurado de Factor X del canal RCN y de la productora RCN Music (antigua Sonolux) deberían recordar las penurias por las que pasaron antes de ser famosos. ¿O será que Juan Carlos Coronell, Marbele y Jose Gaviria tuvieron que sufrir miles de humillaciones y están ejerciendo un acto de venganza con la vida?
Sería fabuloso que dentro de poco tiempo algunas de las personas humilladas y rechazadas alcanzaran la fama, como lo hizo un grupo al que los más ilustres productores musicales de su época rechazaron por falta de talento. Todavía (si es que aún viven) deben recordar con remordimiento el día que dijeron que The Beatles jamás sería un grupo musical famoso y exitoso.
American Idol
Contribución de Ricardo Sánchez
En una de las ediciones del programa American Idol se presentó a concursar un muchacho chino con una apariencia bastante peculiar por su manera de vestir y con muy poco talento para cantar. Resulta que el señor Simon Cowell, uno de los jueces del programa y famoso por sus comentarios rudos, se burló del muchacho (pueden ver el video aqui) y aún así terminó siendo una súper estrella. Es que el tipo es tan malo para cantar y bailar, que resulta súper divertido. Con decirles que terminó firmando más contratos que los propios concursantes que sí ganaron en el programa.